miércoles, 6 de abril de 2011

Sucia (Nahuel Aciar)

El señor ya la va a atender, por favor tome asiento, me había dicho su secretaría hacía unos minutos. Ahora estaba sentada, cruzada de piernas, tecleando en su notebook. No se escuchaba más que eso, las teclas y el tenue suspiro del aire acondicionado. Yo entré acalorada, afuera hacía un calor insoportable. Y tuve que subir por las escaleras porque en el ascensor había cola. Quería ser puntual. Sentía cómo las gotas de transpiración corrían por mi espalda y se iban enfriando hasta perderse en algún lugar de mi cintura.

La antesala de la oficina tenía una limpieza que me ponía incómoda.

La secretaria no era linda, pero estaba bien producida. Las uñas eran de un negro azabache brillante, de esmalte de buena calidad, ese color que nunca te deja el de Avón; la camisa parecía recién planchada, su pollera negra era ceñida y corta pero aún así no perdía su formalidad. Observé sus panty medias. Miré después mis piernas desnudas, la piel erizada de mis pantorrillas debido al aire acondicionado. Las únicas medias que me quedaban estaban corridas por todos lados. Y hasta que cobrara Germán, no tenía plata para comprar otras. Yo podría estar en su lugar, pensé.

—Andate producida—me dijo Celina, unos días antes.

— ¿Producida “gato”, o producida “señorita”?

—Ni muy muy, ni tan tan—contestó.

No había revistas para leer. No había casi nada para leer, las paredes eran pulcramente marrones. Tanta pulcritud me hacía sentir sucia. Y eso que había salido con el pelo aún mojado.

Había unas fotos colgadas en la pared, quizás en alguna saliera él, hasta ese momento no sabía cómo era.

Sonó un teléfono que estaba en el escritorio de la secretaria, yo no lo había visto hasta ese momento.

— ¿Sí?—dijo la secretaria levantando el tubo—Sí—me miró.

Colgó el teléfono.

—Ya puede pasar. Primera puerta a la derecha.

Me levanté, me alisé con rapidez la pollera que era “ni muy muy ni tan tan” como me había indicado Celina. No sabía lo que iba a decir, iba a dejar que él hablara primero.

—Hacé lo que te pida—me dijo Celina unos días antes en su casa nueva, mirando de reojo a su marido que estaba viendo tele en la cocina.

—Pero Celi…

—Lo que te pida te digo—dijo a media voz pero con autoridad mientras le tiraba la yerba usada al mate.

Toqué la puerta. Pase, dijeron, o algo parecido, del otro lado. El picaporte cedió con docilidad. Un olor a café recién hecho y a cuero me inundó aún antes de entrar. Había un escritorio y atrás del escritorio estaba él. Se paró y acomodó su saco.

—Siéntese—me dijo señalando una silla.

—Un gusto—estiré mi mano para saludarlo, él hizo lo mismo sin emitir palabra.

— ¿De parte de quién viene?

—De parte de Celina Jerzy señor.

— ¿Jerzy? ¿Dónde trabaja?

—No trabaja señor. Ella vino porque su marido es primo de un cuñado suyo.

Quedó pensando unos segundos.

—Ah. Sí, ahora recuerdo. ¿Al final le salió la casa?—me preguntó y yo asentí con la cabeza— Gracias a Dios. Le hacía falta ¿no?

—Sí, mucho señor.

—Usted viene por lo mismo.

—Sí señor.

Se quedó en silencio mirándome. Suspiró con fuerza y después dijo:

—No sé que le habrá dicho la señora… ¿Guetti?

—Jerzy.

—¡Jerzy! Perdón. Pero yo no ando regalando casas así porque sí. En realidad, yo puedo acelerar un poco el trámite, a lo sumo. Lo demás es cuestión de suerte y de… sabe Dios qué más.

—Entiendo.

—Pero me gusta ayudar a las jóvenes parejas. ¿Usted está casada?

—Juntada.

—Ah, ahí se complica la cosa… digo, preponderan a los casados ¿vio? ¿tiene hijos?—dijo y se paró, y empezó a caminar hacia mí.

—Sí, señor. Dos tengo.

— ¿Dos? Pero, con ese cuerpo… no parece. ¿Cuántos años tiene usted?—dijo esto ya parado al lado mío.

—Veintisiete.

—Veintisiete añitos…—suspiró inclinándose hacia mí— sabe, me gusta ayudar a la gente joven como usted. Pero me tienen que ayudar a ayudar—apoyó su mano tibia en mi rodilla— ¿me entiende?

No dije nada. Quedé paralizada. No recuerdo si había cerrado los ojos, todos mis sentidos estaban concentrados en su mano que ya no estaba en mi rodilla, sino que se deslizaba lentamente por mi entrepierna. Sentí cómo su respiración se aceleraba y pensé en Celina diciéndome “lo que te pida”. Pensé en Germán que debía estar saliendo a buscar a las niñas al jardín. Traté de pensar en praderas verdes y en un lago. Sentí como sus dedos corrían la bombacha y se hundían. Me convertí en una estatua, perdí la noción del tiempo, podría haber estado miles de años ahí, ya no me importaba.

— ¡Sucia!— escuché que me gritaba—Sucia, cochina—me decía ahora él con cara de asco—. Y así querés…—dijo mostrándome su mano con sangre—. Andate. Rajá de acá.

Me levanté de la silla, me acomodé como pude la bombacha y la pollera y salí. Pasé rápido por al lado de la secretaria. No me despedí. El ascensor llegó con rapidez, traía un par de personas. Llegué al piso de abajo y fui al baño. Me encerré y rompí en llanto. Sentí cómo el maquillaje se embarraba en mi cara a causa de las lágrimas. Y empecé a pensar cómo iba a encarar a Germán, toda sucia y sin casa.

11 comentarios:

¿Lesbiana? dijo...

Nahuel, es muy bueno el texto. Me gustó cómo conjugaste una problemática social con una de género. Y esos detalles que se van encadenando, como la suciedad que ella siente por lo pulcro del espacio, la suciedad de su cuerpo, la suciedad del maquillaje corrido. Y el hecho de que puedas devenir mujer también es increíble, porque implica una capacidad de observación que es intrínseca al buen narrador.

(Ésta es mi forma de felicitarte!)

Gabi Jimenez dijo...

Nahuel,
creo que es un texto muy limpio, apunta a lugares precisos, va detrás de la flecha que lanza, se nota el trabajo, el recorrido, el trayecto que hacés.
Me molestan un poco los adjetivos(a mi siempre me molestan los adjetivos),en este caso creo que son demasiados, pero eso va en la elecciones que hace cada autor, su estilo. De todas formas creo que se podría limpiar un poco. También me parece que se pueden revisar las puntuaciones, para darle mayor dinamismo al texto (ojo, lo tiene) marcarle un ritmo.
Tiene crítica social, de género, política. Funciona bien y me gusta.
El párrafo que empieza con “No dije nada…” y termina con “…ya no me importaba”. lo veo como un punto de equilibrio, un lugar importante para el cuento. Está bien resuelto, pero me gustaría que me hubiese hecho incomodar un poco más. (son cuestiones de gusto, nuevamente).
El final es buenísimo, me reí mucho, tiene sorpresa y humor, remata todo lo desarrollado. Cierra en boca con buen gusto y un dejo de ganas de más.

¿Lesbiana? dijo...

Estoy de acuerdo con Gabo con que me gustaría que choque más. Se me ocurre que ser más explícito sobre la menstruación puede servir, como es medio tabú...O descripciones del señor, si es desagradable o sucio o muy viejo. No sé, son tus elecciones.

Igual me sigue pareciendo que funciona y muy muy bien.

F. Chirino dijo...

"es una flecha que da justo en el blanco de lo desagradable", si bien en cuanto a las formas del texto me parecen correctas, no estoy de acuerdo en como se trata, ni el lugar que ocupa la mujer, que de ninguna manera se la puede tratar de "sucia"; nuestro morbo social y la realidad que tiene la situacion o nudo del texto lo hacen entretenido, pero el hecho de que al tipo se le hecho a perder la fiesta deberia haber tenido otro final y no la mina cuestionandose su suciedad y "falta de capacidad para conseguir casa"... mientras que el devenir en mujer de un autor hombre no debe ser tomado en cuenta para nada, ya que no importa si es travesti-mujer-hombre-gay

Unknown dijo...

no me parece que se presente a la mujer de un modo negativo o degradante, más bien se denuncia una realidad en la que está degradada; me parece que el relato nos concluye a preguntarnos qué es lo que está verdaderamente "sucio", la apariencia de lo pulcro, la cara lavada de la realidad.

en cuanto al cuento en sí, la situación está prolijamente contada y resuelta, digo desde lo estructural, desde lo temporal; sin embargo hay algo que no alcanza a cerrarme y creo que tiene que ver con la fuerza del texto, como que no llego a creérmelo; para mí el valor de un cuento está en gran medida en el hecho de que me haga creer que eso está sucediendo, por increíble que sea (lo cual no es el caso). Y esto lo digo no porque me considere capaz de resolverlo, sino precisamente por lo contrario

en cuanto a los adjetivos, me parece que no importa en verdad que sean "demasiados", o pocos, el tema que cumplan una función de peso, que se justifiquen, que hagan un aporte significativo. creo que en el cuento (como en el poema, ni más ni menos) cada palabra es de una importancia crucial, tanto en su individual significado como la música del conjunto.

Nahuel dijo...

Caramba!! (diría Borges). Muy muy buenas las críticas, creo que son muy constructivas (aunque suene trillado), y más cuando vienen de escritores que respeto y que sé que se toman en serio la literatura.
Lo valoro mucho, en serio.

Nahuel

Anónimo dijo...

Tremebundo, viejo. Me gustó mucho. Realidad de mierda -hace poco, acá en nqn, un político...- bien pintada.

t.

Clarissa dijo...

lo lei anoche con un sueño de locos que no hubiera podido leer ni una Mafalda, pero resultó atrapante, quería más, saber que pasaba, me dio risa la descripción de las situaciones y esos detalles femenininos , jaj y justo habia leido un cuento con el mismo tipo de vocabulario en la última Ñ , así que también pensé que el tuyo está mejor!! que buen nivel de escritores tiene este enie carajo!! =)

Nahuel dijo...

Gracias Clarisa por tu lectura y tu crítica.

Un abrazo!!

Anónimo dijo...

Nahuel, el cuento está muy bien narrado. No me molestan los adjetivos porque hacen a la historia, una historia que me convence por su crudo realismo. Además el final es acertado. Me gustó mucho. Te felicito.

Sex Shop dijo...

Muy buenoooooo!!!!!!!!!